Cine activista la cámara cambia lo social

Cine activista la cámara cambia lo social

La cámara también es política: cine activista y cambio social

El cine nunca ha sido solo entretenimiento. Desde sus orígenes, la cámara se ha utilizado como herramienta de denuncia, memoria y transformación social.

Filmar puede convertirse en un acto político, en una forma de visibilizar lo que muchos prefieren mantener oculto, en un espacio de resistencia y de creación de nuevas narrativas. En este artículo exploramos cómo el cine activista ha marcado hitos históricos y cómo, en la actualidad, sigue siendo un medio imprescindible para quienes luchan por la justicia y la dignidad.

El poder del cine como denuncia

A lo largo del siglo XX, diferentes movimientos sociales encontraron en el cine un aliado para dar voz a los silenciados. Documentales, noticiarios alternativos y películas de bajo presupuesto mostraban realidades que los grandes medios ignoraban. La fuerza del cine no reside solo en lo que muestra, sino en su capacidad de emocionar, sensibilizar y movilizar.

Algunos ejemplos históricos:

  • Dziga Vertov y el cine soviético: con su Cámara ojo buscaba revelar la verdad social desde una mirada crítica y experimental.
  • Cine latinoamericano de los años 60 y 70: colectivos como el Grupo Cine Liberación (Argentina) o Cine de la Base (Fernando Solanas y Octavio Getino) usaban el cine como un arma contra la opresión política y económica.
  • Videoactivismo en los 90: colectivos como Indymedia documentaron movimientos sociales y protestas desde perspectivas no institucionales.

Cine activista en la actualidad

En pleno siglo XXI, el cine sigue siendo un espacio de resistencia. Las cámaras de activistas, colectivos y periodistas independientes se han convertido en testimonios imprescindibles frente a la censura y la desinformación.

Un ejemplo reciente es la guerra de Gaza, donde cortometrajes y documentales de cineastas palestinos se han convertido en archivos de memoria colectiva y pruebas de denuncia internacional. Entre ellos destaca La voz de Hind Rajab (2024), un documental que recupera la historia de una niña palestina de seis años cuya llamada de auxilio durante un ataque militar en Gaza conmovió al mundo. La película, dirigida por la cineasta palestina Basil Khalil, es un ejemplo de cómo el cine puede dar voz a las víctimas silenciadas y confrontar al espectador con la crudeza de la violencia bélica.

Otros ejemplos de cine activista actual:

  • Cine ecologista: documentales como Una verdad incómoda (Davis Guggenheim, 2006) o propuestas más recientes como Youth v Gov (2020), que dan voz a jóvenes que demandan justicia climática.
  • Cine feminista: proyectos como She Said (2022) o documentales sobre luchas feministas en América Latina, que visibilizan la violencia de género y la lucha por el derecho al aborto.
  • Cine decolonial y antirracista: películas que cuestionan las estructuras de poder y reivindican las voces históricamente silenciadas.

Cine como educación y memoria

El cine activista no solo denuncia: también educa y genera memoria colectiva. Las proyecciones comunitarias, los festivales de cine social y las plataformas digitales han convertido la experiencia cinematográfica en un espacio de aprendizaje y debate.

Un documental puede convertirse en el inicio de una conversación en la escuela, en un barrio o en un centro cultural. De esta manera, la cámara se transforma en una herramienta pedagógica, sembrando conciencia crítica y generando cambios sociales duraderos.

La responsabilidad de mirar

En Curuxa Cinema creemos que mirar es también un acto político. Ver una película activista implica asumir la responsabilidad de escuchar otras voces, cuestionar la realidad y tomar partido.